Desbordes emocionales

25 sep 2022


Hacia los dos años se producen cambios importantes a nivel cerebral que repercuten en las conductas de nuestros niños y niñas, y que puede llevar a que surjan las temidas rabietas. Pero, ¿qué son las rabietas y por qué son calificadas como desbordes emocionales?

La rabieta es el deseo del niño enfrentado a los padres. Su razón es importante. Expresa así sus deseos porque carece de otras “estrategias”. Cuanto antes le demos estrategias, mejor.

La rabieta es también aprendizaje de la trasgresión. Así, como niño/a, establezco qué normas son importantes y cuáles no.

Y por último, y no menos importante, la rabieta es descarga de toda la energía acumulada, a través del llanto descargo la energía de acción acumulada en mi cerebro. Mi cerebro se mueve entre la emoción y la lógica, y con esta edad me es muy difícil mantener el equilibrio, así una rabieta es la manifestación de una emoción desbordada.

Foto de @bes74

El término rabieta tiene una connotación negativa, que hace que recaiga en nuestros hijos la responsabilidad de salir de ella, cuando en realidad es una emoción desbordada que no voy a ser capaz de gestionar como no tenga la ayuda y el acompañamiento de mi adulto de referencia.

¿Pero por qué a los dos años?

Hacia los 2 años el lenguaje es más elaborado y el razonamiento crece con él, el niño/a empieza a tener ideas propias, a saber que es una persona distinta del resto, empieza a utilizar la palabra “yo” para referirse a sí mismo y a querer independizarse y tomar decisiones.

A nivel neurológico

A nivel neurológico es capaz de elaborar mentalmente deseos y es capaz de persistir (veo algo que me gusta y me imagino jugando con ello y lucho por conseguirlo). El cerebro del niño, desde casi el año de edad va a tener la fortaleza para luchar y persistir por las cosas que quiere, la determinación; pero aún no existen las conexiones suficientes, en la corteza prefrontal, para inhibir las conductas desadaptativas o desbordes emocionales que rebajen la frustración y pueda entender lo que le pasa.

Además entre los 0-3 años somos más emocionales, no dominamos la palabra para expresar nuestros sentimientos y vivimos totalmente en el presente, lo que también nos hace más difícil gestionar la frustración que supone un “ahora no”.

Generalmente la rabieta surge porque el niño carece de “herramientas” para poder gestionar esta situación, así que cuanto antes empecemos a acompañarlo y a proporcionarle algunas estrategias mejor.

CÓMO PREVENIRLAS

  • Entiende sus razones aunque no las compartas.

  • Evita las luchas manifiestas de poder, guárdate los “no” para cuando los necesites de verdad.

  • Permítele alguna de las cosas que pide, siempre que no sea nocivo y no se traspasa un límite “intraspasable”. Busca oportunidades para que pueda tomar decisiones por su cuenta: “¿Qué camiseta prefieres, la roja o la blanca?”…

  • Distráele con otra cosa.

  • Cuando está alterado, asegúrate que conoces la existencia de sus sentimientos y luego oblígalo a moverse. Juega a luchar o haz carreras… Si consigues que se mueva cambiará su estado de ánimo.

CÓMO SOLUCIONARLAS

Si tiene lenguaje:

Conecta – Comprende su emoción y ponle nombre “entiendo que estés enfadado porque no podemos seguir jugando” . LA LÓGICA EN ESTE MOMENTO NO FUNCIONA.

Redirige – Educación (frases cortas) “Es la hora de irnos a casa.”

Elección – elegir por sí mismos les ayuda a convertirse en personas independientes y con capacidad de decisión y usa el juego. “¿Qué prefieres ir andando o caballito?”

4º Nunca ridiculices - ni avergüences, recuerda que es una oportunidad para construir una inteligencia emocional sana.

Si no tiene lenguaje:

1º Conecta – reconoce sus sentimientos y usa señales no verbales como el contacto físico. Enseña emociones. Sé reflejo de sus sentimientos y usa señales no verbales para mostrar que lo entiendes: “Te sientes frustrado, ¿verdad?”

2º Redirige – explica y pon límites: “los mordiscos hacen daño, por favor, ten cuidado”.

3º Cambia de tema - Dirige la atención hacia una alternativa adecuada: “Mira el osito que hace mucho que no veía”.

Conectar y redirigir no siempre funciona, a veces un niño/a ha ido tan lejos que no puede dar marcha atrás, debemos esperar que “amaine” el temporal emocional.

Es más fácil que estallen porque no saben explicar bien qué les pasa o porque no llegamos a entenderlos.

En esa situación debemos acompañar poniendo en palabras que sentimos lo que le ocurre, que no nos estamos entendiendo, pero que le acompañaremos hasta que se le pase.

Tampoco se recomienda la permisividad, “alargar los límites”, puede que haya que interrumpir una conducta destructiva y apartar al niño/a de la situación antes de conectar y redirigir.

Lecturas recomendadas:

El cerebro del niño

Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson

Ni rabietas ni conflictos

Rosa Jové